Todos notamos algo raro cuando nos encontramos con un diseño deficiente. Sea una interfaz de usuario, un flujo de trabajo o algo tan aparentemente simple como un interruptor. Un diseño deficiente nos produce frustración, nos enfada, nos limita. Queremos hacer algo y no podemos. Además sentimos que la culpa es nuestra. Cómo puedo ser tan idiota y no saber hacer funcionar esto. Pues no! La culpa no es tuya sino de un mal diseño en el que no se han empleado los principios fundamentales de interacción.
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